El paroxismo de un dibujo EN PROCESO / Antonio Fernández Seoane.
Conozco que muchos artistas lo hacen.; pero con ARES me pasa
algo distinto: he tenido el privilegio de disfrutar su constante práctica en
ese obligado ejercicio del entrenamiento del dibujo, que siempre me hace recordar
a Leonardo cuando decía que "aquel quien no colabora con la mano no merece
llamarse artista". Arístides Hernández Guerrero es, sobre todo, un
dibujante, un eficaz domador de la rebelde línea que tal vez encuentra primario
acomodo en la mente, por no decir que muchas veces esta se le presenta de
manera más libre, sin presupuestos anticipados. Y eso de practicarla en
cualquier parte -en esas reuniones que en muchos casos se pierden en el tiempo
para comenzar a transitar en los desvaríos que nunca encuentran soluciones- es
también una invariable característica de su quehacer artístico, al punto que,
ahora, los muchos "apuntes" (cual bocetos de posteriores obras para
el dibujo mismo y para la pintura) por él cosechados en singular tesauro, salten
al ruedo expositivo: EN PROCESO, cual "tafelet" montado al presente
en un espacio que le ha servido para fraguar sueños durante los últimos meses,
FUCINA DES ARTISTAS, también exhibidor transitorio de la obra de otros
creadores del arte cubano.
A ARES nunca lo he visto calmado en el asiento; todo le provoca: una frase
intrincada o un cuerpo real traspasado a la ficción de personajes suyos que
conforman un cuento dibujado, nunca un dibujo para una narración contada,
aunque -de hecho- sea igualmente activo ilustrador; una caricatura, incluso,
con hechura propia, esa que le ha otorgado innumerables reconocimientos cuando,
más allá del enfoque preciso de alguien, esta se cuece con situaciones
políticas de y fuera de los límites geográficos nuestros, con lo "real
maravilloso" del vernáculo escenario donde cualquier cosa, hasta lo
inverosímil, se somete a esta otra imaginación y con aquellos enfoques de los
eternos conflictos del yo ante sí mismo y frente a los demás, para no dejar
nada al azar y de eso, precisamente, van los "apuntes" de EN PROCESO,
especie de "sinfonía coral" de sus magníficas líneas en una
introducción y tres "tempos" del y para el dibujo en blanco y negro,
sin excluir la socorrida tinta de un -muchos- bolígrafo(s): los dibujos de las
libretas, convertidos aquí en preciados objetos para la exhibición, sirven de
cándida "obertura"; en un "allegro vivace" los otros, los
que encuentran soporte en informes, planes de trabajo, órdenes del día, de su
más reciente labor funcionaria en la UNEAC; un "andante sostenido"
para instrumentos y legajos artísticos (cajas ahora, también objetos-arte) como
homenaje a sus cofrades de hermandad y un "final molto forte" para
los periódicos inventados cuyas imágenes ocupan los primeros planos noticiosos
en la sobre-hechura del dibujo-caricatura, igualmente humorístico, como lo ha
hecho en verdad, dentro de la dimensión permisible, para este medio de
información diaria, en aquella última sala de FUCINA que le ha servido de
personal taller. En fin, una composición orquestada en tonos barrocos para esta
singular homofonía: líneas que se entrecruzan, personajes que tratan de ganar
los roles protagónicos, aun dejando atrás o a un lado a otros no menos
importantes; el discurso verbal sustituido por el espectacular, en el que
sobran las palabras o textos para darle paso a la radiante imagen.
EN PROCESO es, aparentemente, una descarga de inquietudes, pero sobre todo, una
pasión por el dibujo, ese que no podría entender de "tempos" de
concepciones (ellos solo han sido un intencional pretexto para esta
presentación) y, por lo tanto, de contextos propicios para llevarlo hasta el
paroxismo.
La Habana, 17 de marzo de 2015